Doppelgänger
Buh Records, 2011
La música como elemento asociativo de la sociedad ha utilizado un papel ritual el cual conllevaba a despojarse del ego falso del cuerpo material y ahondarse en aspectos espirituales que enriquecían la vida del hombre. Sentido que se ha ido transformado en el transcurso de los años por efectivismos comerciales. Para nuestra satisfacción aún podemos encontrar atisbos de esa milenaria tradición traída al siglo XXI, plasmados en el disco debut de la banda Doppelgänger -con el mismo nombre- .Está conformado por dos integrantes de la banda psicodélica “Moldes” Efrén Castillo(guitarra)y Giancarlo Rebagliatti (bajo). Aplicando la sabiduría del “HAZLO TÚ MISMO” de la mano del micrófono de una laptop como ùnico medio de registro decidieron darle vida a este proyecto
El hablar de tracks en este caso es totalmente arbitrario. Estos no siguen un orden, duración, ni lógica específica. Excusa para encajar en el formato de disco y sea digerible. Este el caso de “whatorik” tema fortalecido por un rito hipnótico y melodías salidas de la flauta de un encantador de serpientes, que luego son atenuadas por el drone espacial de “pre ritual”.
Los temas “ritual”, “accesos” y “laberintos” son un tributo al sonido garage punk intenso y sucio de las épocas más desenfadadas de The Stooges. Rescatados de un efervescencia eufórica, “flash back”, nos remite a cavernas sónicas etéreas. Una vez más la rítmica del tema es el causante de sumergirnos en páramos que permite que el tema se adueñe del flujo de nuestros pensamientos.
Corrosivos estribillos de guitarra y una batería a compases desenfrenados es la sucesión de hechos que remiten “tormenta” y “humanoide” conllevando al suicidio sonoro en el cual el oyente es víctima y victimario.
A este punto “desfile” al igual que “portal” nos elevan sobre nubes con la respiración acelerada y el espíritu atomizado.
En conclusión, este disco cuenta con una sobrecarga sonora que exhiben los más oscuros deseos, como las aspiraciones más trascendentales de la mente. No se respeta ninguna norma, desde la ejecución poco ortodoxa de sus instrumentos hasta la manera como registraron el evento. Tan sólo la pura y honesta necesidad –que raya con obsesión- de crear mundos paralelos donde uno funge de un poco diestro psiconauta. (Jean le Baptiste)
